Asientos sorteados. Lo primero: sentarme hacia el pasillo.
Paisajes vistos una y otra vez, camino recorrido mil veces. Sin embargo, aire de algo nuevo en el ambiente. Quizás la compañía, quizás el estar expectante.
Lugares visitados que a pesar de la cercanía nunca antes había conocido. Conversaciones inesperadas, recovecos descubiertos, en cada esquina una melancólica postal, la sensación de que el mar siempre sigue igual y que la gente de esa ciudad es mítica y eterna.
... Volver, a la realidad, a las luces, los ruídos y el aire que parece acabarse de la capital, y la simple esperanza de volver.
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